Los trastornos de ansiedad y el estrés constituyen el trabajo habitual de psicólogos y terapeutas gestalt. Aquí podrás ver algunos de los principales trastornos relacionados con la ansiedad que estamos acostumbrados a trabajar en respuesta a demandas habituales de tratamiento de nuestros clientes.
Se producen cuando, de modo temporal y aislado, la persona vive un miedo o malestar intenso. Además aparecen, como mínimo, cuatro de los siguientes síntomas:
1. palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca
2. sudoración
3. temblores o sacudidas
4. sensación de ahogo o falta de aliento
5. sensación de atragantarse
6. opresión o malestar torácico
7. náuseas o molestias abdominales
8. inestabilidad, mareo o desmayo
9. desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo)
10. miedo a perder el control o volverse loco
11. miedo a morir
12. parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo)
13. escalofríos o sofocaciones
La persona vive una sensación de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede ser difícil o embarazoso. También cuando se encuentra en lugares en los que, si presenta una crisis de angustia o síntomas similares, puede no disponerse de ayuda.
Estas situaciones se evitan, se resisten a costa de un malestar o ansiedad significativos, o se hace indispensable la presencia de un conocido para soportarlas.
Miedo acusado y persistente, excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p. ej., volar, precipicios, animales, administración de inyecciones, visión de sangre).
La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad. En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o abrazos. La situación fóbica se evita o se soporta a costa de un intenso malestar. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar provocados interfieren acusadamente con la rutina normal de la persona, con las relaciones laborales (o académicas) o sociales, o bien provocan un malestar clínicamente significativo.
En los menores de 18 años la duración de estos síntomas debe haber sido de 6 meses como mínimo.
La ansiedad, las crisis de angustia o los comportamientos de evitación asociados a objetos o situaciones específicos no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, por ejemplo, un trastorno obsesivo-compulsivo (p. ej., miedo a la suciedad en un individuo con ideas obsesivas de contaminación), trastorno por estrés postraumático (p. ej.,evitación de estímulos relacionados con un acontecimiento altamente estresante), trastorno de ansiedad por separación (p. ej., evitación de ir a la escuela), fobia social (p. ej., evitación de situaciones sociales por miedo a que resulten embarazosas), trastorno de angustia con agorafobia, o agorafobia sin historia de trastorno de angustia.
Tipo animal
Tipo ambiental (p. ej., alturas, tormentas, agua)
Tipo sangre-inyecciones-daño
Tipo situacional (p. ej., aviones, ascensores, recintos cerrados)
Otros tipos: evitación fóbica de situaciones que pueden provocar atragantamiento, vómito o adquisición de una enfermedad; en los niños, evitación de sonidos intensos o personas disfrazadas;…
Temor acusado y persistente por una o más situaciones sociales o actuaciones en público en las que la persona se ve expuesta a la presencia de individuos que no pertenecen a su ámbito familiar o anticipa una posible evaluación por parte de los demás. Así, teme actuar de un modo humillante o embarazoso o mostrar síntomas de ansiedad. En los niños es necesario que sus capacidades para relacionarse socialmente con sus familiares sean normales y hayan existido siempre, y que la ansiedad social aparezca en las reuniones con individuos de su misma edad y no sólo en interrelaciones con adultos.
La exposición a las situaciones sociales temidas provoca una respuesta inmediata de ansiedad. En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o retraimiento en situaciones sociales donde los asistentes no pertenecen al marco familiar.
Las situaciones sociales o actuaciones en público temidas se evitan o bien se experimentan con ansiedad o malestar intensos. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar interfieren acusadamente con la rutina normal del individuo, con sus relaciones laborales (o académicas) o sociales, o bien producen un malestar clínicamente significativo.
En los individuos menores de 18 años la duración del cuadro sintomático debe prolongarse como mínimo 6 meses.
El miedo o el comportamiento de evitación no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o de una enfermedad médica y no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno metal (p. ej., trastorno de angustia con o sin agorafobia, trastorno de ansiedad por separación, trastorno dismórfico corporal, un trastorno generalizado del desarrollo o trastorno esquizoide de la personalidad).
Si hay una enfermedad médica u otro trastorno mental, el temor descrito no se relaciona con estos procesos (p. ej., el miedo no es debido a la tartamudez, a los temblores de la enfermedad de Parkinson o a la exhibición de conductas alimentarias anormales en la anorexia nerviosa o en la bulimia nerviosa).
Puede ser generalizada si los temores hacen referencia a la mayoría de las situaciones sociales (considerar también el diagnóstico adicional de trastorno de la personalidad por evitación).
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se experimentan como intrusivos e inapropiados, y causan ansiedad o malestar significativos. No se reducen a simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real. La persona intenta ignorarlos, suprimirlos o neutralizarlos mediante otros pensamientos o actos. Además reconoce que estos pensamientos, impulsos o imágenes obsesivos son producto de su mente y no vienen impuestos como en la inserción del pensamiento.
Las compulsiones son comportamientos (p. ej., lavado de manos, puesta en orden de objetos, comprobaciones) o actos mentales (p. ej., rezar, contar o repetir palabras en silencio) repetitivos, que la persona se ve obligada a realizar en respuesta a una obsesión con arreglo a ciertas reglas que debe seguir estrictamente. El objetivo es la prevención o reducción del malestar o de algún acontecimiento o situación negativos. Sin embargo, estos comportamientos u operaciones mentales o bien no están conectados de forma realista con lo que pretenden neutralizar o prevenir o resultan excesivos
En algún momento del curso del trastorno la persona ha reconocido que estas obsesiones o compulsiones resultan excesivas o irracionales. Este punto no es aplicable en los niños.
Las obsesiones o compulsiones provocan un malestar clínico significativo, representan una pérdida de tiempo (suponen más de 1 hora al día) o interfieren marcadamente con la rutina diaria, sus relaciones laborales (o académicas) o su vida social.
Si hay otro trastorno, el contenido de las obsesiones o compulsiones no se limita a él. Además no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o de una enfermedad médica.
En ocasiones puede haber poca conciencia de enfermedad.
La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que ha experimentado, presenciado o le han explicado acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás, ante lo que ha sentido un temor, una desesperanza o un horror intensos.
El acontecimiento traumático es reexperimentado como si estuviera sucediendo nuevamente en la realidad o mediante recuerdos o sueños recurrentes e intrusivos que provocan malestar. También se experimenta un intenso malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático.
Aparece también una evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la reactividad general del individuo con esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático, actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma. La persona puede presentar una incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma, una reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas, sensación de desapego o enajenación frente a los demás, restricción de la vida afectiva (p. ej., incapacidad para tener sentimientos de amor), sensación de un futuro desolador (p. ej., no espera obtener un empleo, casarse, formar una familia o, llevar una vida normal).
Son frecuentes síntomas persistentes de aumento de la activación (arousal) como: dificultades para conciliar o mantener el sueño, irritabilidad o ataques de ira, dificultades para concentrarse, hipervigilancia y respuestas exageradas de sobresalto.
Estas alteraciones se prolongan más de 1 mes y provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad.
Puede ser agudo o crónico y también puede presentarse con inicio demorado.
La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que ha experimentado, presenciado o le han explicado acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás y ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos.
Durante o después del acontecimiento traumático, el individuo presenta síntomas disociativos como sensación subjetiva de embotamiento, desapego o ausencia de reactividad emocional, reducción del conocimiento de su entorno (p. ej., estar aturdido), desrealización, despersonalización o amnesia disociativa (p. ej., incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma).
El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente como imágenes, pensamientos, sueños, ilusiones, episodios de flashback recurrentes o sensación de estar reviviendo la experiencia, y malestar al exponerse a objetos o situaciones que recuerdan el acontecimiento traumático.
La persona evita estímulos que la recuerdan el trauma como pensamientos, sentimientos, conversaciones, actividades, lugares, personas,...
Presenta síntomas acusados de ansiedad o aumento de la activación (arousal) como dificultades para dormir, irritabilidad, mala concentración, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto o inquietud motora.
Estas alteraciones provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo, o interfieren de forma notable con su capacidad para llevar a cabo tareas indispensables, por ejemplo, obtener la ayuda o los recursos humanos necesarios explicando el acontecimiento traumático a los miembros de su familia.
Estas alteraciones duran un mínimo de 2 días y un máximo de 4 semanas, y aparecen en el primer mes que sigue al acontecimiento traumático.
No se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o a una enfermedad médica y no se explican mejor por la presencia de un trastorno psicótico breve.
Ansiedad y preocupación excesivas (expectación aprensiva) sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar), que se prolongan más de 6 meses.
A la persona le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación y presenta síntomas como inquietud o impaciencia, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sensación al despertarse de sueño no reparador).
El centro de la ansiedad y de la preocupación no se limita a los síntomas de un trastorno. La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad de la persona.
Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o a una enfermedad médica y no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno del estado de ánimo, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del desarrollo.
Fuente: DSM IV TR .