En la antigua Grecia, dos dioses se disputan el tiempo de los hombres. Cronos, Dios del tiempo cuantitativo, absoluto, que con su paso les acercaba a la muerte y Kairós, que otorgaba “EL MOMENTO”, cargado de vida, oportunidades y hechos significativos que llenan la existencia de los mortales.
Kairós representaría el tiempo relativo del que nos habla Einstein al explicarnos su teoría de la relatividad: «Cuando un hombre se sienta con una chica bonita por una hora, parece que fuese un minuto. Pero déjalo que se siente en una estufa caliente durante un minuto y le parecerá más de una hora.».
Seria igualmente el tiempo budista, recogido por los gestálticos, del “aquí y ahora”, que es en el único en el que nos esta permitido y nos es posible vivir.
Es un tiempo medido por la calidad de lo que experimentamos y creamos, un tiempo de fluidez que no pasa en vano y nos llena y llenamos de lo verdaderamente importante. Un tiempo que no “debemos” dejar escapar.